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sábado, 21 de junio de 2014

La libertad solicita esperanza!!












                                                                                                             JAQUES PHILIPPE
EL AMOR (Y LA LIBERTAD) NECESITAN DE LA ESPERANZA; LA ESPERANZA SE FUNDAMENTA EN LA FE

No puede existir caridad sin esperanza. La caridad, fruto último de la vida teologal, sólo se desarrolla en condiciones favorables. El amor necesita espacio para expandirse y crecer; es una realidad maravillosa, pero en cierto sentido, también frágil, pues sin su "espacio vital" acaba fácilmente ahogada, comprimida e infecunda. Y el medio concreto que precisa para desplegarse se halla constituido por la esperanza. Si estamos atentos a lo que ocurre en nosotros, nos daremos cuenta de que, cuando el amor se enfría o deja de crecer, a menudo se debe a que nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestras inquietudes y nuestro desánimo lo están ahogando.



El hecho de que una persona pierda su fervor, su impulso y su generosidad en el amor a Dios y al prójimo, obedece muy a menudo al desaliento, es decir, a una especie de desesperanza oculta que ha comenzado a invadir con un efecto desmovilizador. A causa de los fracasos, las decepciones, la experiencia de nuestra miseria y las inquietudes que nos desasosiegan, perdemos nuestra energía y "bajamos los brazos". En éste caso, el remedio no reside en un esfuerzo voluntarista, sino en reanimar la esperanza, en reencontrar una nueva confianza, en lo que Dios, por grande que sea nuestra miseria, puede hacer por nosotros y en lo que nosotros podemos hacer con ayuda de la gracia.


Todo esto responde a una realidad psicológica muy sencilla, pero importantísima: para que nuestra voluntad sea fuerte y dispuesta, necesita verse alimentada por el deseo. Y ese deseo no puede ser poderoso si lo que se desea no se percibe como posible y accesible; porque si nos representamos  algo como inaccesible, dejamos de desearlo y quererlo con fuerza. No se puede querer nada de modo eficaz si psicológicamente tenemos la sensación de que "no llegaremos". Cuando la voluntad desfallece, para volver a despertarla se necesita una labor de "remodelación" de nuestras representaciones que nos permita percibir de nuevo lo que queremos como accesible y deseable.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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